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Técnica (1973) de C. Castoriadis

  • Inti Díaz Morán
  • 11 sept 2023
  • 15 Min. de lectura

Inti Díaz Morán



Para empezar


Para Castoriadis, la técnica representa una de las encrucijadas del laberinto que comprende toda la creación humana. Sin embargo, es un punto problemático porque históricamente ha dejado de ser objeto de reflexión y se ha vuelto objeto de temor y preocupación. Es innegable el impacto que tiene sobre la realidad en general. Castoriadis entiende que en su época esa actitud se rige por una duplicidad: por una parte, nos dejamos atrapar muy fácilmente por el mundo de los artefactos hasta perdernos en él; pero al mismo tiempo sentimos una especie de miedo, a partir del cual identificamos a la técnica como la causante de todo lo malo del mundo. Esta actitud tiene su correlato en el nivel sociopolítico, que se manifiesta cuando la “tecnocracia” sirve de “biombo” al poder real: no nos gustan los tecnócratas, pero es en los técnicos en quienes confiamos la solución de todo. En el fondo, esa ambivalencia, tiene un rol ideológico en el amplio sentido: desviar a la sociedad para no pensar sus problemas reales.


El texto en el que el autor señalado vuelca estas ideas, es un artículo titulado “Técnica” (“Techné”), escrito originalmente en 1973 para el °15 volumen de la Enciclopedia Universalis, incorporado a su obra filosófica en el primer tomo de Las Encrucijadas del Laberinto en 1978. En esa oportunidad, ubicado en la parte del libro denominada “Koinonia”, del griego koiné, común. Corresponde a la etapa temprana de la producción filosófica del autor y sale publicado al mismo tiempo que La Institución imaginaria de la sociedad (1978). El artículo tiene una estructura larga, de varios subtítulos, donde revisa críticamente conceptos, dialoga y discute con distintos autores, de la tradición filosófica en general, y de la filosofía de la técnica en particular. Hace un recorrido histórico de los distintos sentidos de la técnica según la época, para luego volcarse de lleno en el aspecto referido a la organización social, deteniéndose en la relación entre la técnica y la economía, lo mismo para la política. En el medio, va intercalando sus propios pensamientos a partir de datos históricos y aportes de otros teóricos.


Puede describirse el método empleado como una “ontología histórico-social de la imaginación técnica”. Entendiendo que, para Castoriadis, la tecnología es sólo uno de tantos modos posibles de materialización de la imaginación, el cual, como cualquier otro, está sujeto a las condiciones históricas y sociales que lo determinan. La postura del autor respecto de la técnica se enfrenta a tres visiones: la visión instrumentalista, el sustancialismo y el determinismo. En los tres casos, el elemento común es que la consideran un ámbito desencajado del mundo histórico-social. En el primero de los casos, su consecuencia más nociva es que se da por sentada la neutralidad valorativa de la tecnología sin el cuestionamiento de los fines. Por otro lado, en los dos últimos lo que rige es el paradigma del progreso, el cual presupone la autonomía y la posibilidad de operar desde un exterior más allá de la racionalidad propia de cada sociedad, de modo trascendente. A grandes rasgos, ese es el punto de partida desde el cual va a reflexionar Castoriadis en torno a la técnica.


1) Sentido histórico


Castoriadis lleva a cabo una historia social del concepto de “técnica”, desde la techné griega hasta la técnica capitalista. Hay un primer desprendimiento del sentido del término, en el horizonte griego de la antigüedad, desde el concepto de fabricar al de creación como póiesis, y será Aristóteles quien lo “atara” al de techné. En el pensamiento griego no hay creación de la nada. Lo que existe y hace existir otra cosa distinta es la técnica. Es ante todo una héxis, un hábito, pero como una disposición adquirida, una hexis poietiké, práctica creadora; es un tipo de praxis porque apunta a “lo que puede ser de otro modo”. Su campo es “lo posible”. Es un dominio en el cual el quehacer humano es un acto creador. Nace la idea de creación como póiesis y techné. Esto dado que Aristóteles piensa a la techné poietiké como poesía, y en esto se mantiene cercano a las ideas de Platón, como pura imitación. Esa es la frontera aristotélica: la thecné como lo otro de la physis, sin embargo, la técnica por excelencia como la poesía, es una copia fiel.


En la modernidad se produce una yuxtaposición de sentido, entre la idea de hombre como animal con pensamiento y palabra, con la idea homo faber, el hombre que fabrica objetos, instrumentos, artefactos. Sin embargo, los contemporáneos, dice Castoriadis, siguen a los griegos, en la medida en que la técnica es la puesta en práctica de un saber. Los dominios de la virtud técnica y la virtud ética aparecen separados. De esto se deriva la oposición entre las consideraciones técnicas de las políticas - y de las artísticas. Pero al mismo tiempo existe un rebasamiento de las connotaciones griegas del término, en tanto la actividad técnica eficaz es voluntaria y a disposición del sujeto, y se puede materializar en un dispositivo, es decir que se puede estandarizar e instituir en función de “gastos” y de “tiempo”. Las técnicas aparecen, entonces, tanto en el poder de producir como en la disposición de un conjunto de medios. En la época contemporánea la técnica se empieza a pensar como separada de la creación, separada de lo que fue producido, y de su por qué.


Marx apunta a la técnica cuando aborda el tema del trabajo, de la industria, y las fuerzas de producción. Castoriadis sigue de cerca sus textos de juventud – especialmente los de 1844, ya que considera que el “humus” de esos manuscritos de Marx es más ambiguo y contradictorio, y por lo tanto más rico semánticamente – donde el autoengendramiento a través del trabajo es la creación del mundo y del hombre por el hombre mismo. Esta creación es una “autoposición efectiva”. Pero el problema aparece porque cuando esta autocreación se restringe cada vez más con la técnica. La idea permanece ambigua: el hombre se autocrea –produce una autopóiesis- por el trabajo, es decir la técnica. La técnica es creación en tanto una racionalidad que se despliega, ese es el sentido que se volverá dominante. Marx nos habla de producción de nuevas necesidades. Pero luego en su obra madura, por ejemplo en El Capital, el hombre no aparece ya como ese ser autoengendrado, sino como alguien que tiene el objetivo de dominar las fuerzas de la naturaleza y darle su forma. Ahí habla de la técnica como la mediación instrumental necesaria. Marx, que en juventud insistía en que un nuevo modo de producción crearía un nuevo objeto de la misma, más tarde no cuestiona ya los artefactos como los medios de producción capitalista, sino el hecho de la apropiación de los mismos. Basta con que los hombres retomen el control de las máquinas, para liberarnos. La técnica tiene sólo un carácter operativo.


De esto parten, en general, la mayoría de las críticas de la técnica que conducen a una “desesperación”: el proceso que iba a conducir a la humanidad al comunismo al final nos está llevando a una deshumanización peor (Castoriadis, 2004). Se remarca que el movimiento tecnológico tiene una inercia propia que no puede detenerse sin un gasto importante. A partir de ahí se concibe que la técnica tiene autonomía absoluta, y se hace una valoración negativa de sus consecuencias.


2) Técnica como creación del mundo


Luego de la reconstrucción histórica del concepto, Castoriadis se va referir a la técnica en tanto creación absoluta atendiendo a su poder para constituir lo real y su papel en la organización social. Manteniendo, de esta manera, el tono crítico del supuesto de neutralidad y su base teórica instrumental, así como la postura determinista.


Lo que en la tradición filosófica nos impide comprender correctamente al fenómeno técnico es el paradigma eterno de la mímesis. Pero como señala el autor, la técnica no nos lleva a una imitación del modelo natural del mundo, sino a algo que, en relación con la naturaleza, es arbitrario o contingente. La técnica crea cosas que para la naturaleza le son imposibles: por ejemplo, el plástico. Entonces crear un objeto técnico no es alterar un estado presente de la naturaleza, porque lo real “en bruto” no está fijado, no está predefinido. Esto permite el movimiento, el reagrupamiento, la división, y las alteraciones, es decir que la técnica obra utilizando arbitrariamente la racionalidad y sus intersticios, forzando siempre la aparición de lo que era simplemente virtual, explotando al máximo las potencialidades.


No obstante, hay que considerar que la técnica no solamente es creación pura en sí misma, sino esencialmente una dimensión de la creación de un conjunto que representa cada socius. No es que hay uno o varios problemas del hombre que ya están predefinidos de una vez y para siempre, a los cuales hay que darles una solución necesaria, obligatoria, universal, progresivamente perfeccionada. El énfasis del texto es dejar claro que no hay un punto fijado de necesidades humanas.


El abismo que separa las necesidades del hombre como especie biológica y sus necesidades en tanto ser histórico está surcado por el hombre, pero el instrumento utilizado para surcarlo es la técnica. Incluso la imagen en sí misma es defectuosa, porque aquí tampoco la técnica, tomada in toto, no es simple instrumento, y su especificidad co-determina cada vez de manera decisiva lo que es surcado: la necesidad histórica no es definible fuera de su objeto (Castoriadis, 2004, p.9).


Siguiendo con el razonamiento del autor, entra la cuestión de que la técnica también se auto-instituye. ¿Cómo? Lewis Mumford (1) subraya que una de las invenciones más extraordinarias de la historia fue la construcción de una máquina no material, imperceptible, “máquina de trabajo o megamáquina”: la reunión de hombres con una minuciosa división del trabajo, desde el amanecer de la especie. En ese sentido, la técnica más importante de todas es la organización social. El aparato con mayor potencia creado por el hombre: la red regulada de relaciones sociales, a la cual Castoriadis le va llamar institución - institución es en realidad mucho más que la técnica social, pero la contiene.


Por eso el cuestionamiento de la indeterminación de sus fines va de la mano con la crítica de la neutralidad concernida en el presupuesto instrumental. La actividad técnica en sí y por sí no tiene en cuenta el valor de los fines que le son propuestos. La tecnicidad aparece como neutra en cuanto al valor porque lo único que le interesa, según nos dicen, es la eficiencia. Pero ciertamente, en la escala histórico-social, la libertad de usar uno u otro artefacto, desaparece por el conjunto de técnicas de las que dispone una sociedad determinada en una época dada. No hay elección en cuanto a las técnicas a utilizar, al tipo específico que define el espectro tecnológico de nuestra época. Estos conjuntos conllevan métodos, tipos determinados de saber, individuos técnicos especializados. Para Castoriadis estas tres cuestiones están fuertemente imbricadas, y en esas condiciones no hay neutralidad ni libertad de elección, porque la tecnología y la técnica condicionan la acción humana. Así como tampoco hay neutralidad en cuanto al sentido: fines y medios, artefactos y significaciones, no se pueden separar más que analíticamente. Una sociedad se crea a sí misma y se autoposiciona en su mundo a través de la técnica. En ese movimiento la tecnología no es ni un instrumento ni la causa, sino una dimensión o un “conjunto totalmente denso” que está presente en todos los lugares en los que la sociedad instituye lo que para ella es real.


Ahora bien, retomando el tema de la organización social, Castoriadis volverá críticamente sobre la tesis marxista de que el estado de la técnica, comprendiendo las “fuerzas de producción”, en un momento dado determinan la organización de la sociedad porque determina las relaciones de producción y la organización de la economía. Aquí se entreteje la crítica contra el determinismo tecnológico. Una cosa es decir que la técnica, en tanto trabajo y producción, van unidas a un tipo de vida y de organización social, pero otra es decir que hay un determinismo estricto. No se puede aislar separadamente la técnica y la vida social cada uno por su lado. Un artefacto está en serie, inmerso en una red de significaciones, que son sociales. El hecho técnico no puede ser reducido al objeto o artefacto, porque “no es más que el testigo de la exteriorización de un gesto eficaz” – en esto coincide con André Leroi-Courhan. No es que simplemente hay distintos “estilos” de creaciones propios de cada cultura, sino que el conjunto técnico se expresa en concreto en una actitud de “apoderamiento del mundo”, como dice Castoriadis.


Pero en sí mismo, un conjunto técnico está privado de sentido si se lo separa del conjunto económico, político y social que homologa. Por ello insiste en que no hay economía capitalista sin técnicas capitalistas, pero es más evidente que no hay técnica capitalista si no hay una economía capitalista que la contenga y posibilite su surgimiento. Hay un número inmenso de técnicas pre-capitalistas -o preindustriales, como diría Simondon- que ya no son aplicables socialmente. Por ello el autor se pregunta si “¿es la galera la que ´determina´ la esclavitud, o es la esclavitud la que hace posible la existencia de la galera?” (Castoriadis, 2004 p.11), y pone el ejemplo histórico de que la situación técnica tendría que haber permitido el ingreso de Japón a la red moderna de intercambio comercial desde el siglo XVIII, lo cual no sucedió porque Tokugawa cerró el país al comercio exterior deliberadamente. Esto sirve para señalar que no depende exclusivamente del progreso de la técnica de modo aislado, sino inserto en una serie, un paquete de medidas, en este casó económico-políticas.


De esto se deriva la imposibilidad de establecer tal determinación en el mundo contemporáneo caracterizado por la “aplicación” racional de la ciencia a la industria, porque para que eso sea posible tuvo que haber, con anterioridad, una proliferación cuantitativamente ilimitada del saber, de soporte humano, económico, social, ideológico y de métodos particulares. Cornelius Castoriadis ejemplifica esto cuando habla de que la US Navy sostiene económica e institucionalmente investigaciones de psicología animal, al igual que de lingüística o matemática, a través de proyectos; o cuando dice que el Pentágono, institución de seguridad de Estados Unidos, tiene miles de científicos de todo el mundo trabajando para ellos. El mundo moderno está determinado por la tecnología, pero esta es sólo una de las expresiones del mismo, una de sus lenguas. Nace de una reorientación gigantesca de la concepción del saber, la naturaleza, el hombre y sus relaciones. Sostener que el desarrollo social depende también del desarrollo técnico es romper con la paradoja de la concepción materialista de la historia, para reconsiderar la medida en que las ideas hacen materialmente el mundo, sobre todo ideas de una clase particular: científicas y técnicas.


3) Técnica, política y economía: relaciones no unívocas


Queda claro que para el autor no se puede separar hechos técnicos de hechos sociales, políticos y económicos, como eventos tajantemente separados, como tampoco hablar de un determinismo lineal o circular. Están fuertemente imbricados de manera codependiente. Para cerrar el artículo, Castoriadis va analizar el modo en que se relacionan la técnica y la economía primero, y luego técnica y política.


Desde los orígenes, la economía política se plantea como algo dado un conjunto de factores entre los que incluye el estado de la técnica. Marx se sitúa de manera idéntica salvo que para él lo esencial es su incesante desarrollo. Hacia fines del siglo XIX la economía política académica “descubre” que a cada estado de tecnología pueden corresponder varias técnicas específicas para cada producción. Las mismas pueden poner en juego cantidades distintas de capital y de trabajo. Pero Castoriadis nos hace notar que, al hacer de la elección de la técnica un asunto meramente económico, se ocultan dos factores: por un lado, que la elección no es el resultado de un procedimiento racional, con un fin determinado, sino que se hace a partir de una información siempre imperfecta, incompleta y “costosa”, que incluye el proceso de “decisión” de una burocracia institucional dada; y por otro lado, que no hay una aproximación indefinida a una “solución óptima”, pues ello presupondría continuidad, pudiendo también conducir al sentido contrario.


Aún más, el análisis de la economía política, incluido el marxista, desatiende un factor: el conflicto social en la producción, es decir, la lucha de clases al interior de la fábrica. El hecho es que la evolución de la tecnología capitalista y su aplicación a la producción se orientaron a suprimir el factor humano. La firma capitalista siempre elegirá la independencia en relación a los trabajadores: la empresa quiere depender de las máquinas, no de los hombres. El límite de este proceso es la automatización integral de la producción, algo un tanto utópico porque tendría que automatizarse también el consumo. Castoriadis muestra, no que la tecnología engendra al capitalismo ni que el capitalismo crea una tecnología específica de acuerdo con su deseo, sino que el mundo capitalista emerge cuando hay una amplitud de opciones para cada necesidad mayor a la de todos los tiempos. Para cada proceso productivo, desarrolla no un artefacto o una técnica, sino una inmensa gama de ellos.


Por otra parte, la época contemporánea es la primera en plantear el nuevo problema político: pensar no solamente la lucha por el poder en el interior de las instituciones para cambiarlas, sino como problema de reconstrucción total de la sociedad, cuestionando desde la célula de la familia hasta el modelo de educación –incluyendo las nociones de criminalidad, de desviación, etc. La tecnología y la vida social del trabajo, no son solamente aspectos económicos, sino que son objetos de la acción política. Una técnica no es indiferente del tipo de marco político bajo el cual se pretende aplicarla. Los marxistas rusos de la época de la revolución pensaban que el taylorismo era “malo” en su uso capitalista pero positivo si se lo aplicaba de modo socialista. Castoriadis piensa que, si es cierto que al molino a sangre corresponde una sociedad feudal y al molino a vapor una sociedad burguesa, como decía Marx, a la central nuclear, la computadora y los satélites artificiales corresponde entonces la forma actual del capitalismo mundial, lo cual nos lleva al fatalismo que nos impide imaginar cómo podría sobre ella erigirse una superestructura política y social diferente.


Actualmente la tecnología es cuestionada desde el ámbito del trabajo, o respecto de las consecuencias ecológicas, pero las críticas parecen apuntar más a las consecuencias que a la “sustancia”, y se tiende a llamar a su limitación o al retorno a técnicas tradicionales más “naturales”, o a refugiarnos en el mundo del arte, más que a la búsqueda organizada y sistemática de nuevos “conjuntos técnicos”. En el campo fundamental del dominio humano que constituye el trabajo, una transformación consciente de la tecnología presupondría la colaboración estrecha de trabajadores, administradores y usuarios de los artefactos, técnicas y tecnologías, y su integración a nuevos conjuntos –similar al sentido que propuso Simondon en El modo de existencia de los objetos técnicos-. Lo que ocurre es que el modelo ideal para pensar la técnica sigue siendo instrumentalista: el “salvaje” que fabrica su herramienta o arma a la medida de su cuerpo, como una extensión. El aspecto tecnológico del ejercicio del poder pone en juego las comunicaciones y la información, con lo que se abren dominios de inmensas posibilidades, y permite proveer a la población de todos los elementos necesarios para decidir con conocimiento de causas. En esto Castoriadis se mantiene en línea con el último autor mencionado, al afirmar que, si una nueva cultura humana es creada después de una transformación radical de la sociedad, no deberá solamente abocarse a la división del trabajo, sino que irá, necesariamente, de la mano con un trastrocamiento de las significaciones, y la institución de nuevos los marcos racionalidad, y por supuesto de la ciencia y de la tecnología que le es homóloga.


Para redondear


Arriesgamos la lectura de que para Cornelius Castoriadis el principal problema para pensar la técnica reside en la concepción instrumental, bajo la cual subsume a las demás posiciones esencializantes de la tecnología, aunque por supuesto que con matices. La idea central de esa postura es que pretende aislar cualquier consideración moral o política de los instrumentos, los cuales son puros, en sí no son ni buenos ni malos porque son neutrales, y lo único que se puede discutir políticamente es lo que hacen los usuarios con la tecnología, no así el papel de los administradores. Podemos decir que bajo esa descripción, siguiendo la distinción clásica propuesta por Carl Mitcham, caerían tanto la filosofía de la técnica humanista como la “ingenieril”, aunque también puede hacerse extensiva a la filosofía analítica de la tecnología, de la cual se desprende el intencionalismo. Éste último tiene una versión blanda y dura: las intenciones humanas se relacionan con las funciones del artefacto; o bien las determinan por completo –se puede ver aquí también la conexión con el determinismo, para el cual la relación entre lo social y lo técnico es unidireccional, motivo por el cuál Castoriadis insistirá en remarcar que ese tipo de relación es “no unívoco”. La idea básica del intencionalismo es describir al artefacto a partir de su función, siendo el elemento más importante y definitorio a nivel “ontológico”, dejando fuera cualquier implicancia social o política. Castoriadis critica todas esas variantes del instrumentalismo a partir de la noción de técnica como creación histórico-social.

En todo el artículo sobrevuela la pregunta de hasta qué punto es posible entender a las técnicas aisladas como realidades separadas del mundo social, y al mismo tiempo, ¿hay algo más allá de esa dimensión instituida de las técnicas y sus conjuntos? Lo ensídico se opone a lo poíetico. Por ello la insistencia en remarcar que la técnica no es meramente creación abstracta en sí, sino una creación que es histórica y sobre todo social, que se inserta en un conjunto de diversos elementos que instituyen la sociedad, y por los cuáles es también instituida. No se limita a ser solo un producto imaginario, sino que tiende a la materialización o concretización. Castoriadis aboga por el abandono del ámbito de la instrumentalidad para pensar en el ejercicio real de la creación de lo social. En ese sentido está escrito y hay que leer el artículo “Técnica”. La misma es una de las modalidades particulares de nuestra relación con el entorno, de ahí la crítica de las teorías donde la técnica es una realidad ajena, a través de una reivindicación de su radical copertenencia con las demás dimensiones del mundo histórico-social. Critica el paradigma de la neutralidad, que esconde la falacia separacionista entre lo técnico y lo histórico generando esa “ilusión de desencastre”, para remarcar que hay consustancialidad. Así como una sociedad no puede imaginar algo fuera de su mundo instituido más que en un nuevo proceso creativo, no se puede plantear a priori un fin que no esté al alcance de los medios con que se cuenta en el momento. La ilusión de omnipotencia técnica se inserta en una serie de significaciones que motorizan el proyecto moderno –para Castoriadis precisamente un motor de nuestra sociedad es justamente plantearse aquello que no es posible, todavía-.

La idea instrumental, entonces, es un producto instituido de un modo particular en nuestro mundo: ciencia y técnica como medios neutrales y simplemente instrumentales es una ilusión, pero forma parte precisamente del modo en que se instituye la sociedad actual. Por eso decimos, con Castoriadis, que el instrumentalismo es insostenible porque todo objeto técnico reviste un modo de existencia profundamente socio-histórico.


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Notas


(1) Sociólogo, historiador, filósofo de la tecnociencia, filólogo y urbanista estadounidense. Se ocupó, sobre todo, con una visión histórica y regionalista, de la técnica, la ciudad y el territorio.



Bibliografía consultada


Almazán Gómez, A. (2018) Técnica y Autonomía. Una reflexión filosófica sobre la no neutralidad de la técnica desde la obra de Cornelius Castoriadis. Tesis Doctoral. Universidad Autónoma de Madrid. Recuperado online de: https://repositorio.uam.es/handle/10486/686660.


Almazán Gómez, A. (2018). “Cornelius Castoriadis: una reflexión política de la tecnología” en Trasversales, N°43, pp.43-48.


Almazán Gómez, A. (2020). “La ontología del mundo sociohistórico de Cornelius Castoriadis. El problema de la sede de las significaciones imaginarias sociales” en Las torres de Lucca, Vol.9, N°16, pp.203-229.


Castoriadis, C. (2004). “Técnica” en Artefacto. Pensamientos sobre la técnica, (5), pp. 50-66. Trad. Margarita Martínez.


Castoriadis, C. (1978) Las Encrucijadas del Laberinto. T I. *Versión digital traducida a partir del inglés, de K. Soper y de M.Ryle, MIT Press, Massachusetts, en 1984.

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